25.9.08

El entero

A los treinta y siete años una aprendió algunas cosas. En general sabe cuando hablar, cuando callar, hasta cuando sería conveniente fingir si no fuera porque ya decidió no fingir, no fingir más... Algunas cosas ya aprendió y otras, aprendidas o no, ya sabe que no se las puede sacar de encima. Ni podrá. Para bien o para mal, claro está. Por inteligente o por tonta, que más da. Por sobrevivir o por mejor vivir, cómo saberlo. Por certezas o por miedo a las incertezas, levanten apuestas.
El caso es que hoy por hoy, entre las cosas que sí se que se, está el saber que: pase lo que pase, cuando todo se caiga, cuando todo se cae, bajo cualquier circunstancia, no puedo ya no ser el entero en que se parte todo. Siempre entera. Aunque se caiga el cielo. Entera. Aunque te caigas, cielo, y el alma sea pedacitos. Entera. Aunque el alma sea pedacitos, pedacitos de vos, de tu nombre. Entera. Aunque el alma sea pedacitos de los nombres que han quedado sólo para recordarte. Entera. Con tu nombre, los nombres, los cielos en pedazos, cayendo, entre cosas calladas y cosas bien dichas, entre casualidades y causas y azahares, cayendo. Cayendo y no importa. Entera, con la oscura realidad de cara al cielo.

Pero entera.

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